Las fallas en el sistema eléctrico tras el temporal pusieron el foco mediático en la ineficiencia de las empresas oligopólicas de servicios básicos concesionadas. La cercanía de las elecciones locales hizo que desde la élite política se cuestionara a las eléctricas, pero lo cierto es que la base del modelo económico chileno está en un Estado sin músculo ni energía para controlar el mercado. La existencia de corporaciones extranjeras que manejan sectores estratégicos de la economía nacional, es una exigencia de la globalización neoliberal.
La discusión ideológica central que ha marcado la diferenciación entre la derecha y la izquierda, desde antes de la irrupción de la agenda de género y de las minorías sexuales, ha sido el tamaño del Estado. Por ejemplo, la lógica “libertaria” de Javier Milei ha hecho explícitas sus intenciones renovando el debate desde una mirada ultra neoliberal: “Amo ser el topo dentro del Estado, yo soy el que destruye el Estado desde adentro”[1].
Paradojalmente, los planteamientos marxistas hacen hincapié en que el Estado es un instrumento de dominación de clase para controlar a la sociedad; en ese sentido, Milei y los libertarios intentarían aparentemente emparejar la cancha para los diferentes estamentos. Recalcamos esa sensación de apariencia en la propuesta libertaria, porque en una sociedad con un Estado mínimo, el poder del capital se convierte prácticamente en absoluto, sin contrapeso. De la misma forma que las empresas monopólicas de servicios básicos mantienen a la población prisionera de sus resultados financieros o utilidades, a expensas de las necesarias inversiones en prevención y respuesta de las emergencias.
El poder de estas empresas no ha tenido cortapisas en el Chile post dictadura pinochetista, donde han actuado con el respaldo del poder dual del binominal, pero más recientemente con el laissez faire, laissez passer [2] del gobierno de Gabriel Boric.
La propia existencia de empresas de capitales foráneos que controlan la vida de la población es un atentado abierto que lesiona la soberanía de los pueblos, sumado a su influencia en la política y en el control de la agenda de los medios, donde la discusión se centra en la eficacia de tal o cual empresa y no en el concepto de fondo: dependencia versus soberanía.
La lógica de las grandes empresas transnacionales ha sido intervenir en la política de forma transversal, aportando a todo el arco iris de partidos: “A pesar de que Aguas Andinas rectificó dos veces ante Impuestos Internos gastos sin respaldo contable, y que la Fiscalía y el SII tienen evidencias de pagos de la sanitaria a sociedades ligadas a Sebastián Piñera, Pablo Longueira, Laurence Golborne, al yerno de Eduardo Frei, Pedro Yaconi, y a una corporación ligada a la UDI, la situación judicial de la sanitaria está en la hielera. Su contabilidad arroja además pagos por $422 millones a think tanks de todos los sectores políticos. Es un caso sensible pues la sanitaria está sometida a una regulación de la que dependen la tarifa del agua y sus ganancias”[3].
Tras el escándalo del financiamiento ilegal de la política que involucró a SQM y a otras empresas, surgieron leyes que impedían la repetición de la coaptación del dinero hacia los partidos, en una actitud que sería repudiable para los libertarios donde el capital debiese tener la facultad de emancipación y desregulación absoluta de la abominación estatal.
Los medios han mostrado las acciones del ejecutivo para presionar, amenazando con el término de la concesión de Enel y otras compañías; sin embargo, lo que a priori pareciera un consenso de la clase política ante la evidente falta, es, en realidad, una acción incitada por la multiplicación de la estridencia mediática en período pre electoral.
Previamente a los cortes eléctricos, las informaciones habían girado en torno al alza en las cuentas, mostrándose el descontento ciudadano como la determinación del gobierno por mantener las reglas del Estado subsidiario, a pesar de que los tratamientos informativos mostraron el impacto de un aumento significativo en la clase media y popular. Este dato no es menor, pues prefiguró un escenario de fragilidad comunicacional del gobierno en momentos que se delineaban los enfrentamientos electorales.
Desde el punto de vista mediático, las informaciones recorren una lógica común que podría inscribirse en la teoría de la construcción de agenda y los encuadres periodísticos: de acuerdo a sus intereses particulares editoriales, los medios dan relevancia a una noticia, destacándola, ocultándola con tratamientos intencionados, o, lisa y llanamente, ignorándola. Pero existen informaciones que desbordan las capacidades de los medios, convirtiéndose en incontrolables e ineludibles al ser evidentes o al afectar a una cantidad de personas significativa; es ahí donde los medios, usando sus capacidades de manipulación, refuerzan ideas, establecen roles de los actores y crean argumentaciones en categorías epistemológicas donde ciertas realidades se establecen como ineluctables, borrando del debate las posiciones políticas inaceptables para la hegemonía del modelo imperante de sociedad.
Es por esto que el rol mediático es en esencia el de portavoz de la ideología: los medios pueden enfrentar al poder establecido como paradigma, quedando en lugares marginales de la construcción de agenda, o convertirse en los estandartes de una visión de mundo hegemónica. Si se acepta, como propone Clausewitz[4], que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, lo mediático es la política misma: la lucha por el poder de modelar las forma de pensar de los ciudadanos.
El modelamiento de pensamiento público en la actualidad encuentra su mejor ejemplo en el Estallido Social de 2019, al establecer paradigmáticamente su significado como un retroceso del bienestar de las personas, centrando el debate en que un cierto descontento se había transformado, por acción de las fuerzas políticas de izquierda, en un aumento exponencial de la delincuencia, atentando contra la libertad de los ciudadanos, sus emprendimientos o su individualismo.
Mirado bajo este prisma analítico, las amenazas del ejecutivo contra las distribuidoras eléctricas, son una respuesta contra el descontento ciudadano que generó el Estallido Social, donde un punto no menor para la movilización fueron los abusos sistemáticos de las empresas. De la misma forma, la actitud mediática corporativa -que influyó en la opinión pública al mostrar las protestas de las poblaciones afectadas- puede interpretarse como un llamado a la corrección del modelo y no como una crítica de fondo al sistema de concesiones. Por esta razón, las argumentaciones respecto a la soberanía o modelos diferentes de participación estatal, quedan fuera o son marginadas de la agenda.
Un titular del diario argentino Página 12 nos sirve para ejemplificar nuestra argumentación: «Los medios hegemónicos quieren ser dueños de la indignación”[5]. Los medios argentinos, según Kicillof, se centraban en lo accesorio y no en lo importante. En Chile, el debate mediático corporativo sigue la misma pauta en relación a los cortes del suministro eléctrico, mostrando la indignación del mundo político en momentos pre electorales.
La actitud de los actores políticos, incluso de los más recalcitrantes defensores del modelo muestran una tendencia similar producida por el clima electoral: “Quisiera saber ¿por qué a CGE no se le ha aplicado la misma norma que a ENEL? ¿Será porque en el directorio está Nicolás Eyzaguirre? CGE es una empresa China y ENEL es una empresa italiana…sean chinos o italianos…sean comunistas o capitalistas el que abusa con un chileno tiene que recibir el mismo castigo. Esperamos que el gobierno castigue o amenace con la misma intensidad a CGE”[6].
A pesar de la postura mediática y de los actores políticos, el problema de la soberanía de los recursos esenciales del país seguirá manteniéndose como una sombra que amenaza al modelo. La realidad del cambio climático hará que las utilidades de las empresas concesionadas no sean tan abultadas para las corporaciones transnacionales. La ideología tendrá que entrar a debatir cuál es el rol del Estado ante los monopolios naturales, si seguirá siendo un espectador o garantizará la seguridad y soberanía de la población.
Centro de Estudios de Medios
Referencias
[1] Milei en Infobae 06/06
[2] Dejar hacer, dejar pasar
[3] Investigación de Ciper Chile 04/01/2016
[4] Carl von Clausewitz, De la Guerra
[5] Dichos del gobernador Axel Kicillof por el juicio al intento de magnicidio contra Kristina Fernández el 14/08
[6] Posteo de X del alcalde y candidato presidencial Rodolfo Carter