Los ataques de Hamas con la respuesta de alta tecnología de Israel y los miles de muertos, muestran a la opinión pública las contradicciones agudas del sistema internacional y la injusticia permanente que se comete contra los pueblos pobres. Los medios corporativos cruzan la línea entre la información y la propaganda constantemente: las noticias falsas están tanto en las redes sociales como en los medios.
El sorpresivo ataque de Hamas a Israel durante el sábado 7 de octubre quedará marcado en sangre por los asesinatos del grupo integrista, pero más que nada por la respuesta desproporcionada de Israel contra una población árabe pobre, hambrienta y acorralada. A pesar de los manejos informativos de los medios corporativos, es difícil que las acciones del estado de Israel puedan ser maquilladas, quedando en evidencia que más de dos millones de personas viven en condiciones carcelarias desde hace décadas.
La respuesta del aparato comunicacional de Occidente borra los márgenes entre la información creíble y la propaganda. Ya habíamos visto esto durante la guerra en Ucrania, donde los medios no son meros aparatos reproductores de noticias oficiales, sino que adoptan políticas editoriales que los convierten en parte del aparato militar de los países en conflicto.
Esta forma de actuar de las empresas periodísticas lo hemos visto no solamente en conflagraciones bélicas abiertamente declaradas, sino que es una postura general ante cualquier conflicto, ya sea social, político o económico.
Durante la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, desde muchos sectores se opinó que medios como El Mercurio y La Tercera debiesen pedir “perdón” por sus “montajes” durante la dictadura y su “complicidad con los crímenes”. Sin embargo, estos medios no son cómplices, si no que parte activa de la dictadura: son el aparato comunicacional del Estado. Por lo tanto, nunca pedirían perdón o mostrarán arrepentimiento.
Los medios se hicieron eco de las atrocidades de los palestinos intentando demostrar, a través de la información y su credibilidad pública, el actuar “terrorista” de Hamas. La noticia de mayor impacto fue que los radicales palestinos habrían asesinado y decapitado incluso a bebés. El propio presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, manifestó: “Es importante que los estadounidenses vean lo que está pasando. Llevo haciendo esto mucho tiempo y nunca pensé que vería y tendría confirmadas imágenes de terroristas decapitando a niños” (Biobiochile.cl 11/10).
La información fue puesta en duda por la propia Casa Blanca: “Horas después de su declaración -que fue replicada por la mayor parte de la prensa occidental- un portavoz de la Casa Blanca aclaró que ni Biden ni ningún funcionario del Gobierno había visto o confirmado la existencia de fotografías o videos de menores decapitados en Israel, según reportaron medios como The Telegraph, EFE, DW y The Times of Israel. El vocero aclaró que el mandatario solo se refería con sus comentarios a los reportes que circulan en algunos medios” (Sputniknews.lat 12/10).
La utilización que hace Biden de información no corroborada enfrente de una audiencia judía, prepara a la opinión pública internacional para la retaliación militar de Israel de una forma evidentemente desproporcionada, que está provocando la muerte de miles de civiles en una escala genocida, a lo que se suma la negación de todo tipo de suministros, incluidas la electricidad y el agua, a la totalidad de la población de la Franja de Gaza.
Asistimos a un genocidio televisado y aceptado por los medios de comunicación, normalizado por la manipulación informativa sobre el extremismo de Hamas, Sin embargo, el calificativo de “terrorista” se debe aplicar tanto a Hamas como al Estado de Israel. Es imposible negar que, dentro del conflicto en Palestina, los árabes han sido las víctimas de una política racista de extrema derecha desde la formación del Estado de Israel en 1948.
La forma en que la prensa nacional aborda la información sobre Medio Oriente trajo aparejado críticas al interior de los propios medios corporativos: “concordamos en condenar el asesinato de civiles por parte de Hamas y el secuestro de personas, pero eso no nos impide también condenar explícitamente los excesos cometidos por Israel en la Franja de Gaza, donde las víctimas inocentes también suman miles a causa de los bombardeos indiscriminados lanzados en represalia tras los ataques (…) como trabajadores del departamento de prensa y Contigo en la Mañana de Chilevisión defendemos nuestra independencia editorial respecto de las posturas que explicita Paramount y reafirmamos nuestro compromiso para abordar el conflicto en curso sin sesgos que impidan una correcta cobertura al drama de esta guerra” (comunicado de prensa de los trabajadores de Chilevisión viralizado por X).
La participación activa de los trabajadores de la prensa en limitar las manipulaciones de los medios es una excelente noticia para quienes creemos que el derecho a la información veraz y sin sesgos, es un derecho humano fundamental para que la democracia represente a los pueblos. La aparición de trabajadores de la prensa como actores debe ser bienvenida y resaltada en el debate actual sobre los medios. Por el contrario, en iniciativas del gobierno como la creación de la Comisión contra la Desinformación, ante las críticas surgidas desde el mundo político y mediático, se observan insuficiencias cuando no retrocesos: “se acotó el alcance de su trabajo, que será el estudio y análisis del fenómeno de la desinformación en plataformas digitales, excluyendo del análisis los medios de prensa» (Cooperativa.cl 11/07).
Desde los últimos hitos político/electorales, el gobierno de Boric comprendió que el aparato empresarial/mediático es central a la hora de tener ciudadanos que voten informados, que el actual sistema de medios consagra una visión de mundo acorde con los sectores conservadores, ante lo cual la debilidad política de ejecutivo hace imposible una intervención para regular el mercado de los medios. Esta situación se agrava cuando los medios que abusan de su posición dominante son subvencionados por el Estado, como son los casos de las empresas de El Mercurio y Copesa, a través del avisaje publicitario, o los canales de televisión abierta que usan el espectro radioeléctrico público.
El fenómeno de la desinformación, las noticias falsas o la manipulación mediática ocurren tanto en las redes sociales como en los medios establecidos que poseen una larga tradición profesional como manejadores de la información. Los esfuerzos deben enfocarse en el estudio de los medios para mostrar a la opinión pública las formas, cada vez más depuradas, en que los medios manejan la opinión y crean agenda. Solamente de esta forma habrá ciudadanos informados capaces de tomar decisiones soberanas.
Cuando Biden utiliza una información con un carácter dramático y de honda repercusión como la de niños decapitados, nos muestra que la desinformación viene desde los más importantes centros de poder. La hipocresía queda así de manifiesto, ya que cuando Donald Trump utiliza la desinformación como herramienta política, se crea un escándalo que recorre a Occidente.
Los intereses mediáticos empresariales son un fenómeno político central para comprender el mundo actual tanto como las formas de control social de la población. Repetimos, los medios no son cómplices, son parte integral del aparato político, lo que digan o hagan, debe ser comprendido como operaciones políticas comunicacionales.
Por Centro de estudio de medios UAR