Varios acontecimientos han marcado la agenda en los últimos días dando cuenta de la crisis permanente del sistema político donde las fuerzas de la extrema derecha escalan posiciones gracias a la pobreza de los liderazgos tradicionales, quienes están atrapados en una lógica de suma cero con soluciones comunicacionales que ya no son capaces de convencer a los ciudadanos que viven en constante desilusión.
El alza en el precio de las cuentas eléctricas ha llevado el debate mediático hacia los subsidios del gobierno a las familias más humildes; la responsabilidad fiscal del Ejecutivo; las campañas políticas con sus determinantes económicos. Es innegable que el escenario electoral se ve complejo para el oficialismo por el efecto del alza en las cuentas eléctricas.
En el debate mediático no se menciona un elemento que parece esencial para comprender cómo los ciudadanos se encuentran prisioneros de un sistema político/económico, donde lo esencial es la falta de soberanía sobre los propios recursos nacionales, convirtiéndonos en meros espectadores de las decisiones que toman otras naciones o las corporaciones que manejan los monopolios naturales de los recursos privatizados. El presidente Salvador Allende en su aclamado discurso en la ONU en 1972 ya había alertado sobre el “peligro de las corporaciones trasnacionales” por la pérdida de la soberanía nacional.
El propio presidente de la República y los partidos que lo sustentan – en vez de usar esta coyuntura para mostrar a los ciudadanos que los principios ideológicos que los llevaron a La Moneda tienen una importancia fundamental en las transformaciones prometidas-, centró sus apreciaciones sobre la responsabilidad sobre las deudas asumidas, obsequiando una clase cívica para crear buenos ciudadanos. La discusión en la prensa se presenta como un paradigma “incuestionable” en un consenso que no merece siquiera de debate, en un ejemplo claro de como los medios crean realidad con la fórmula: lo que es, es lo que debe ser.
La discusión política sobre los subsidios estatales crea en la opinión pública la duda si el beneficio es para mejorar la calidad de vida de los más desfavorecidos o para poder cumplir con las cuotas de ganancias corporativas de las empresas monopólicas. El Estado les garantiza a dichas empresas una rentabilidad basada en los consumidores cautivos y sus posibilidades de pago, el fisco asume las incapacidades de los sectores pobres como una garantía de cumplimiento, de la misma manera como lo hace en la educación superior con el CAE (Crédito con el Aval del Estado) y los bancos.
Esta evidente falta de soberanía es apoyada por el grueso de la clase política nacional como una realidad insoslayable e inamovible, una realidad que ni siquiera es discutible -recordar como personeros de derecha se retiraron de la cuenta pública presidencial cuando el mandatario incluyó al aborto entre sus iniciativas-. La incapacidad de la izquierda no es solamente la de no poder cambiar la realidad neoliberal, sino que más aún, no poder incluir como debatible el mundo mercantilizado y la falta de soberanía.
Sin duda los efectos políticos del alza en las cuentas eléctricas crean un clima electoral donde el oficialismo se ve perjudicado, es por esto de la preocupación de los candidatos: “hoy es un día muy difícil para muchas familias que verán como la cuenta de la electricidad de la luz va a aumentar de forma significativa. Un claro mensaje de petición a su excelencia, al presidente Gabriel Boric. Pedir que pueda considerarse dentro de la política pública un apoyo a una mayor cantidad de familias. Consideramos que solo un 40% de subsidios a los más vulnerables no logra dar respuesta a muchas familias que verán muy difícil llegar a fin de mes pagando $20.000, $30.000 o $50.000 más de electricidad” (alcalde Mauro Tamayo en Biobiochile.cl 01/07).
Sin embargo, las fuerzas políticas, especialmente de centroizquierda, se han mostrado, prácticamente desde el retorno a la democracia, como parte de la elite globalista, lo que llevó a los socios del binomial a la política de Estado de la firma de decenas de tratados de libre comercio con las principales economías mundiales.
A los clásicos globalistas se han unido los nuevos actores políticos de la extrema derecha nacional que no tienen inconvenientes con que el Estado chileno carezca de soberanía en un nacionalismo ‘woke’ que comprende que lo realmente importante es la soberanía sobre el territorio, como demostraron con aspavientos exagerados cuando se enteraron que los paneles solares de una base militar argentina violaban en 3 metros el suelo nacional.
Estos patriotas abrazan la contradicción en una lógica que les permite ser verdaderos chilenos al apoyar a la Roja, estar permanentemente en contra de los “zurdos” y denostar al Estado alabando la iniciativa privada, ocultando su ideología Nacionalsocialista para vestirse de Nacional Globalistas.
El cambio acelerado del mundo con el enfrentamiento abierto entre Occidente contra el bloque oriental/sur global liderados por Rusia y China, puso en entredicho a la globalización neoliberal, mientras que el enfrentamiento de las elites político/económicas en los Estados Unidos con la elección presidencial entre Donald Trump y Joe Biden, también es un plebiscito entre las dos realidades geopolíticas propuestas: “hacer grande a América de nuevo”, slogan de Trump que grafica la actitud aislacionista versus el globalismo de Biden basado en una agresión permanente en la política internacional como son la guerra en Ucrania para el sometimiento de Rusia, el apoyo a la independencia de Taiwán y el cerco sobre países como Irán.
Las estrategias divergentes entre las propuestas de Trump y Biden marcan una ruptura del clásico consenso bipartidario estadounidense sobre imperialismo y globalización, en un cambio de eje del ejercicio de la violencia con la aplicación de la fuerza del Estado hacia el exterior (Demócratas) versus la violencia hacia el interior (Trump); desde la violación de los derechos humanos en el exterior a la violación de estos en el propio país. Trump, propone restringir los derechos de las minorías y de las mujeres otorgando mayor peso político al cinturón redneck (1) de los Estados Unidos rural, grupo social que muestra componentes reaccionarios como las simpatías nacionalsocialistas o elementos racistas en su ideología.
En materia internacional, Trump, abogaba por una aproximación táctica sobre Rusia para hacerlo pendular hacia Occidente en un intento de aislar a China, mientras que los Demócratas – primero con Hilary Clinton y después con Biden -, persiguen el desmembramiento de Rusia para depredar sus enormes recursos naturales. En el mundo globalizado, “la soberanía es un bien asequible para unos pocos” (2) : los que tienen la voluntad de la independencia (Vietnam) o el poder de sus armas estratégicas.
En el debate entre los dos postulantes a la presidencia de los EEUU se tocaron estas estrategias contrapuestas solamente de forma tangencial, centrándose en el deterioro cognitivo de Joe Biden y los expedientes judiciales de Trump, en un ejemplo para el mundo de los que es una democracia desarrollada.
Ante la evidente senilidad de Biden, hubo un intento de la prensa corporativa – siguiendo los lineamientos de la cadena CNN (contraria a Trump y aliada de los Demócratas)-, por bajar el perfil del desastre, sin embargo, lo irrefutable de la imagen de la decadencia del presidente, no permitió que la industria de las relaciones públicas operase para revertir el desaguisado. En días posteriores, Biden fue desangrado por los medios corporativos mundiales, como un claro indicador que su suerte está echada.
En la multipolaridad que se fragua, los recursos naturales adquieren nuevas relevancias geoestratégicas, la potencia rectora de las Américas redoblará su necesidad de su coto de explotación particular. El intento de golpe de Estado en Bolivia – a pesar de las dudas que ha insinuado el expresidente Evo Morales sobre un “autogolpe”-, se puede inscribir en la importancia que cobra Latino América para los Estados Unidos, donde el bipartidismo podrá consensuar la trascendencia de su patio trasero en el nuevo escenario mundial y la necesidad de seguir contando con la colaboración de los nacional globalistas.
Centro de Estudios de Medios
Referencias:
(1) Campesino blanco de clase media o pobre
(2) Emmanuel Todd, La Derrota de Occidente