Nadie puede discutir que La Negra Ester es una de las obras más importantes del teatro chileno, entregando desde su estreno una nueva visión al momento de enfrentarse a las tablas. Una creación de Andrés Pérez inspirada en las décimas autobiográficas de Roberto Parra Sandoval, escritas en 1971, con las que logró reflejar sus dolores del amor vivido por los años treinta en el puerto de San Antonio, así como también, mostrar gran parte de nuestro folclor.
El pasado 25 de agosto recién, Universidad Abierta de Recoleta (UAR) junto a la Unión Nacional de Artistas (UNA), congregó a conocedoras y conocedores de las raíces de las décimas de amor escritas por el reconocido folclorista Roberto Parra. Expusieron en el foro María de la Luz Hurtado, doctora en literatura, creadora y curadora audiovisual; María Izquierdo, actriz con amplia y exitosa carrera en el teatro, el cine y televisión, guionista y directora de teatro; y Cuti Aste, músico y productor. Moderó el diálogo, el músico y presidente de la UNA, Mario Rojas.
Hurtado, señaló que “esta obra es un hito en la historia del teatro nacional, porque confluyen y se potencian elementos muy importantes, como es nuestra identidad, nuestra cultura y de nuestros oficios artísticos teatrales, porque todo se inicia con Las décimas de la Negra Ester de Roberto Parra y que tiene su contexto, ya que son décimas autobiográficas al estilo de lo ya hecho por Violeta Parra. Roberto Parra tenía un dolor muy profundo, casi traumático. Él provenía de una familia campesina, pero, también urbana, pues se asentaron en Santiago después de la muerte de su padre. Yo creo que él tomó leche junto con escuchar décimas. Pero, en cuanto al amor, Roberto enfrenta con dolor de un amor fatal que vivió en la década de los treinta -no se sabe mucho de cuándo él escribe estás décimas-, pero, las publica en los ochenta”.
“Roberto, escribió las décimas atragantado, con una pena infinita, con sangre y penas, y son muy auténticas, populares, con un lenguaje propio de la cultura de los bajos mundos -como describía su hermano Nicanor-. En sus décimas él habla de manera directa del sexo, de las peleas, habla de la rabia, del amor en un lenguaje de la cultura a la que él pertenecía y que su hermano Nicanor, sindicaba como ‘de bajos mundo’. Estas décimas comenzaron a circular por los bares porteños de la mano del mismo Roberto que las vendía en la calle, a la salida de un bar y con una autoedición muy precaria, pero, con una tremenda belleza porque incluye imágenes de mujeres con los peinados, la ropa que corresponden a principios del siglo XX”, enfatizó Hurtado.
María Izquierdo, quien fue la responsable de que Andrés Pérez conociera a Roberto Parra, contó cómo fue ese encuentro. Señaló que hay muchas anécdotas, pero, más allá de las anécdotas, cree que es más importante tener la oportunidad que le permite reflexionar y explorar el fenómeno más en profundidad. “Conocí a don Roberto gracias a Mario Rojas (el moderador del panel). Él fue a ver una obra callejera que estaba dirigiendo basada en Vicente Huidobro, En la luna y empezamos a visitarlo, a ir a su casa y él era muy gentil, muy abierto, muy festivo y muy entusiasta con esto de relacionarse con lo que él llamo el ‘antiteatro’, dado que hacíamos un teatro que estaba arriba de un andamio y que entonaba música. Era un teatro bastante delirante en tiempos aún de dictadura y estábamos en este contexto que a él le encantó porque era un espacio muy joven, un espacio desconocido, no tenía reglas claras, no tenía una relación clara con el público tampoco, debido a que trabajábamos en la calle, entonces, la gente participaba, incluso, de la obra y esto a él le pareció perfecto. No sé si, a lo mejor, él habría imaginado que el teatro tenía una formalidad que a él no le apetecía, pero esta cosa despelotada, en rincones de la ciudad, porque nunca era en el centro de la cuidad, ni cerca de ningún tipo de elite, le gustó y se encariñó automáticamente”.
Al parecer, Roberto Parra, no era una persona difícil al contrario de otros genios, él era, realmente muy receptivo, festivo y generoso con su saber, señaló Izquierdo y recordó una imagen que tiene muy grabada en su memoria y es que cuando aparecía alguien que tocaba la guitarra, alguien que fuera músico. “Él entraba inmediatamente en otra sintonía, el diálogo entre dos o tres inmediatamente desaparecía, todo su interés se centraba en ponerse a tocar. Era otro don Roberto cuando tocaba, aparecía una fuerza, un don tan espectacular. Lo que no sé, es si Mario Rojas habló con don Roberto para que nos conociera”, agregó.
El aludido Rojas señaló que él le contó del tipo de teatro que hacían estos jóvenes actores en la calle. “Don Roberto Parra, dice Rojas, era un genio indiscutiblemente, de eso no cabe duda. Era genial y, además, un tipo tremendamente laborioso, que estaba permanentemente escribiendo, siempre estaba haciendo talleres en su casa, como taller de bicicletas, hacía guitarras. De hecho, su casa la construyó el mismo con sus propias manos, entonces, siento que, fundamentalmente, él era músico, de hecho, el legado de Roberto Parra en la música, en lo que la gente identifica como el jazz guachaca hoy día, es algo impactante en cómo ha ido creciendo la cantidad de grupos que tocan esa música”.
Rojas conoció a Roberto Parra, a través de su música, cuando muy joven, porque el padre de Rojas había tocado con él, como con todos los Parra, ya que eran del mismo barrio (Matucana). Pero Rojas estuvo desde temprana edad viviendo fuera del país y a su regreso sólo quería conocerlo, por lo que le habían contado sus padres sobre la música de Parra. Hasta que un día fue a un concierto público en el contexto de la campaña por el No y ahí se le acercó y la recepción fue muy cálida y se hicieron muy amigos, y un día le propuso hacer una obra. “Fue algo muy pretencioso, realmente” destaca Rojas, porque él estaba pensando en una obra desde la música de Parra. “Me imaginaba a mi grupo tocando la música y todos los actores cantando y eso es lo que le propuse a Roberto”.
La musicalización de la obra La Negra Ester, estuvo a cargo de Cuti Aste. Toda la música fue desarrollada bajo la influencia de Roberto Parra y, aunque, la música característica se suponía más importante, luego incluyeron canciones como En Mejillones yo tuve un amor y Caminando por Conchalí, por ejemplo, y eso daba aire a las escenas, pero, sin perder la esencia del estilo musical de Roberto Parra.
Aste, recuerda que se juntaba con Roberto Parra en la casa de Nicanor, ubicada en La Reina. Aste llevaba su grabadora y registraba todas las canciones, conversaciones y anécdotas que relataba Parra y, asegura, que aún las conserva porque son un tesoro. “Las historias que contaba Roberto eran muy divertidas y yo las sigo contando y se ríen mucho, porque son historias de campo, con apariciones de demonios, cosas así, entonces, son muy bonitas”, indicó el músico.
La creación musical se dividió en dos actos explicó el músico en la parte final del foro. Indicó que en el primer acto había que inventar muy rápido mucha música para las coreografías. “Inventé en mi casa música como el charlestón y después se las enseñé a los chiquillos y otras que fueron naciendo, por ejemplo, el vals de La Negra Ester y añade que al pasar el proceso de creación de la obra, se fue transformando la cosa, porque me fui metiendo más en la profundidad de las emociones, entonces, la creación era colectiva”, expone el músico.
«En ese momento ya participaba más como director Andrés Pérez, que el tío Roberto, porque la música incidental es más contemporánea, o sea, está hecha con los mismos instrumentos folclóricos, pero, se escapa para otros lados, se mete un poco más, quizá, en la onda de Fellini, pero llegamos para allá más por simpleza porque no sabíamos tocar mucho tampoco, entonces, hacíamos acordes llanos, la menor, mi, etcétera, y las frases las tenía anotadas en partituras en un cuadernito pequeño que, si se me llegaba a perder no podía tocar en la obra porque no me la memorizaba aún en las primeras funciones. Entonces, fuimos creciendo y desarrollándonos como músicos, también, en el proceso y adaptándonos. No tocaba saxofón soprano, que siempre sonó desafinado, pero con mucho estilo”, relató Cuti Aste.
En el segundo acto, es destacable la enorme creatividad que siempre ha tenido Álvaro Henríquez, porque es muy importante el desarrollo musical de la guitarra y el arpegio y eso empieza a producirse en los ensayos. “El tío Roberto, cuando iba a los ensayos quedaba fascinado y nos hacía comentarios, pero, el traspaso de él siempre fue desde la música popular y del carácter, cosa que, después, lo reafirmé con el tío Lalo, también”, concluyó el creador musical.
Vea el foro completo el siguiente enlace: La Negra Ester tras bambalinas.