La crisis política de octubre del 2018 ha tenido distintas variables de interpretación por analistas de todos los sectores políticos. El crecimiento económico del país sin redistribución de la riqueza es seguramente uno de los centrales, puesto que ha incrementado las desigualdades entre las clases sociales. También la conducción del Ejecutivo, la cual deriva en la violación a los derechos humanos. En una tercera dimensión, dio cuenta de los cambios de paradigmas que mueven a la ciudadanía y las nuevas corrientes políticas e ideológicas que nutren al país en pos de construir una ciudadanía plural: movimiento feminista, movimientos indígenas y movimientos populares.
Un sector del pueblo mapuche propuso una salida a la crisis: la plurinacionalidad en una perspectiva intercultural como camino para construir un nuevo sentido republicano. La rebelión de octubre de 2018 demostró la presencia de los mapuche en las movilizaciones: rayados en mapuzugun, luchadores de la Primera Línea y la Wenüfoye como emblema junto a otros símbolos del proceso político. ¿Qué representaba la bandera mapuche?, para muchos no indígenas que la tomaron como símbolo era la coherencia de un pueblo que ha luchado incansablemente por avanzar en el ejercicio de sus derechos colectivos pagando los costos de esta con la violencia del Estado, la muerte de jóvenes miembros, encarcelamiento y negación constante al reconocimiento de los derechos colectivos.
Sobre lo primero, el uso del Ejército de Chile en sectores del territorio erosiona la posibilidad de diálogo. Dicho acto, trae la memoria de la violencia de Estado bajo la dictadura militar que se empalma con la memoria de lo que significó la ocupación de La Araucanía. Es importante destacar que el uso de fuerzas militares sobre la población indígena en América Latina no es una excepción, sino una norma, como lo dan cuenta los sucesos de Guatemala, México, Colombia y Bolivia durante el golpe de Estado.
A pesar de ello, un sector del pueblo mapuche piensa que es posible encontrarse con los no indígena bajo un proyecto compartido. La plurinacionalidad surge como un camino para conciliar y revertir lo que la Comisión Derechos Humanos, Verdad Histórica y Bases para la Justicia, Reparación y Garantías de No Repetición concluyó: actos de genocidio sobre los pueblos indígenas a lo largo de la formación del Estado Nacional en distintos momentos históricos. La propuesta para revertir los actos de genocidio sólo será posible a través de una reparación integral; es decir, material (situación del territorio), política (reconocer derechos colectivos como la autodeterminación) y simbólica. A través de ello, dar garantías de no repetición.
A cuatro meses de iniciada la Convención, una forma de reparación podría ser avanzar en grados de autodeterminación para los pueblos indígenas, como un derecho humano fundamental y un nuevo marco de Estado, el cual resultaría de la Plurinacionalidad como la base de articulación. Esto último fue lo que señaló, en su primer discurso, la presidenta de la Convención, Elisa Loncon: “Se funda un nuevo Chile, plural, plurilingüe, con las mujeres, con los territorios. Ese es nuestro sueño. Es posible establecer una nueva relación entre todos quienes conforman este país”.
El debate de la plurinacionalidad, en el caso del pueblo mapuche, fue levantado por la Identidad Territorial Lafkenche (ITL), organización que surge en 1996 y que en su Congreso del 2006 establece el anhelo de escribir una nueva Constitución siguiendo los horizontes que décadas antes Ad Mapu ya había planteado en la década de los ochenta. En el Congreso del 2009, ITL reafirma el horizonte de una nueva Constitución y discutir la idea de una Asamblea Constituyente. Los procesos políticos de Ecuador y Bolivia daban cuenta de un ciclo de agotamiento de la política forjada en los años ochenta y noventa bajo el modelo neoliberal. En el 2012, se reafirma la idea de crear un poder constituyente para una nueva Constitución teniendo como horizonte el Itrofil Mogen. Hacia el 2013, se incorpora a la discusión el concepto de plurinacionalidad e interculturalidad. Al año siguiente, se afirma que los Derechos Colectivos serán los ejes rectores de una nueva Constitución.
El estallido social abrió las puertas para que estas reflexiones pudieran llevarse a la práctica. Una explosión que en Wallmapu adquirió ribetes de movimiento de descolonización cuando comenzaron a ser derribadas estatuas que hicieron referencia a los principales líderes de la ocupación de La Araucanía y la frase libertad a los prisioneros políticos mapuche se fueron tomado los muros de las ciudades de la Araucanía al mismo tiempo que en Santiago. Las frases en mapuzungun en los muros y la inserción de un Chemamul en la plaza Baquedano daban cuenta de la disputa por los imaginarios y los anhelos de una ciudadanía que se piense desde lo plural.
La arquitectura de la Convención Constitucional se ha terminado de anunciar. Rosa Catrileo ha sido electa para coordinar la Comisión sobre Sistema Político, Gobierno, Poder Legislativo y Sistema Electoral. Adolfo Millabur será el Coordinador de la Comisión de Formas del Estado, Ordenamiento, Autonomía, Descentralización, Equidad, Justicia Territorial, Gobiernos Locales y Organización Fiscal. El camino a la construcción de la plurinacionalidad puede ser cada vez más efectivo debido a los últimos acontecimientos.
La plurinacionalidad es un concepto polisémico que se sustenta en la base de toda condición humana en palabras de Arendt: lo plural. En ese ámbito, como sostiene Salvador Schavelzon, es posible considerarla como una continuación de los procesos de formación del Estado en América del Sur, incompletos, que no permitieron la incorporación de los pueblos indígenas y afrodescendientes por considerarlos seres humanos inferiores. La plurinacionalidad, en ese ámbito, es un debate “post-republicanismo que busca ensanchar los límites de la política superando las formas liberales y estatales modernas”. Ante este marco, la plurinacionalidad surge como una respuesta a la negación de la diversidad. Se convierte en una concepción distinta de organización, la que rescata la pluralidad de visiones étnicas y culturales para repensar el Estado. Significan derechos colectivos e individuales. También revertir el racismo, esto último no es tan sólo un problema social o de educación, sino abiertamente político, ya que busca poner fin a la segregación económica, política y social. Por ende, la plurinacionalidad es un ejercicio de democracia incluyente.
Según Alberto Acosta, “la plurinacionalidad no es sólo un reconocimiento pasivo a la diversidad de los pueblos y nacionalidades. Es fundamentalmente una declaración pública del deseo de incorporar perspectivas diferentes con relación a la sociedad”. Al ser un concepto polisémico, dependerá de cada sociedad dotarlo de contenidos en base a su especificidad como pueblo, teniendo en consideración un horizonte: tolerar y celebrar la diversidad. Por lo mismo, la plurinacionalidad no se piensa sólo en los pueblos indígenas, sino en la amplitud y heterogeneidad de la sociedad.
A cuatro meses de iniciada la Convención Constitucional es posible ir observando cómo los Escaños Reservados, a pesar de ser una minoría, han logrado ser consistentes, promoviendo ideas y articulando políticamente con los otros bloques del proceso político. Pero también da continuidad a lo que sucedió el 18 de octubre del 2019: una ciudadanía plural se manifestó en esos intensos días en que la Wenüfoye fue el emblema, pero también el Chemamul que se instaló en la refundada en esos días como ‘Plaza de la Dignidad’.
Fernando Pairican
Doctor en Historia, posdoctorante del Centro de Estudios Interculturales Indígenas (CIIR) y Académico de la Universidad de Santiago de Chile.
Docente y consejero del Instituto Plurinacional de la Universidad Abierta de Recoleta