Muchos chilenos y chilenas que vivieron el 11 de septiembre de 1973 admiten con dificultad que las nuevas generaciones puedan hablar con autoridad sobre lo que pasó en ese periodo. En reiteradas ocasiones se ha marginado de las discusiones a los ‘millennials’ por ‘no haber vivido la época’. Es cierto: el miedo, la incertidumbre, el conflicto y el ambiente propio de un régimen autoritario sólo son palpables para quien lo vivió. Es comprensible que los actores políticos y sociales que experimentaron el Golpe hayan generado resentimiento o exacerbación de sus posiciones políticas. No obstante, también es normal y esperable que el grueso de la población haya desarrollado una aversión irreversible hacia violencia política y ‘lo político’ en general. De hecho, es un efecto esperado de los autoritarismos. Sin embargo, haber vivido el proceso no implica invalidar la opinión de las nuevas generaciones.
Si bien, actualmente, la mayoría de la población señala que prefiere no inmiscuirse en política, es la ciudadanía la que no debe olvidar que la dictadura, además de violar los Derechos Humanos, instauró una nueva Constitución, un nuevo sistema electoral, un nuevo modelo económico, una nueva división administrativa del Estado, entre otras modificaciones a nuestro sistema político. Todo este cambio estructural exige una reacción de la sociedad. ¿Quién mejor que los ‘millennials’? Las nuevas generaciones que no sintieron el dolor ese 11 de septiembre hoy son quienes habitan en una sociedad que fue re-construida a la medida de quienes defendieron un régimen dictatorial.
En base a esas contradicciones, las nuevas generaciones se han ilustrado sobre el Golpe de Estado de 1973 y el posterior régimen autoritario. Muchos ‘millennials’ han desarrollado ideas en base a lo que consideran deseable en democracia, es decir, están politizados. Por eso, no es extraño que los beneficiados de la dictadura aborden la politización y la ideología de manera peyorativa, utilizando la excusa del conflicto social, pero ¿no es eso lo que persigue la política, regular el conflicto social? Los ciudadanos y ciudadanas politizados son capaces de entender los problemas del Estado y los intereses de los privados, pueden denunciar y promover nuevas políticas públicas, son capaces de organizar protestas, movimientos sociales e incluso de negociar con los actores políticos más poderosos.
La politización es una especie de poder mágico que la oligarquía suprimió el 11 de septiembre de 1973 y ahora está tratando de esconderlo a toda costa. Por eso es necesaria la conciliación entre la vereda de quienes vivieron la dictadura y la de las nuevas generaciones pues, si bien son distintas veredas, forman parte de un mismo camino: la Democracia.
Renata Retamal Iturriaga
Cientista política egresada de la Pontificia Universidad Católica de Chile
Estudiante de magíster en ciencia política por la Universidad de Chile.
Docente de la UAR