Hay un ‘buen vivir’ del cual muchos actualmente hablan -dejándose llevar por una significación cotidiana y muy amplia, y variada o subjetiva-, y hay un ‘buen vivir’ más acotado a la propuesta (ambiciosa) de un proyecto de paradigma, de país o de alternativa. En el primero, significa lo que cualquiera puede llamar ‘buen vivir’, cualquier grupo humano definido o cualquier persona refiriendo la aspiración a un ‘modo de vida’. Se lo intercala, además, y con cierta facilidad, en los discursos de índole sociopolítico, con la seguridad de que nadie querría para sí o los demás un ‘mal vivir’.
En cambio, en su forma de proyecto alternativo hay que referirse a un paradigma que comprenda una noción compleja de ‘armonía y totalidad’ -de la convivencia de los humanos entre sí y en la naturaleza. Esta noción hay que entonces indicarla en la dirección de alguna inspiración en culturas ancestrales latinoamericanas -indígenas andinos especialmente-, mundos que habrían alcanzado una trascendencia más allá de los pueblos, como parte de movimientos sociales emergentes en estas tierras y con el nuevo siglo. El ‘buen vivir’ se llama entonces, también, sumak kawsay, allin kawsay, suma qamaña o kûme mongen.
Se trata de intuir una alternativa a las sociedades moderno-capitalistas que implica una equidad social e intercultural, un Estado plurinacional y un respeto a la dignidad no solo de la persona humana, sino también de las formas de la naturaleza. Lo que a estas alturas se puede nombrar como una verdadera cosmovisión del ‘desarrollo’ y la economía -dentro del paradigma de un racionalismo utilitarista y tecnicista-, es aquí singularmente cuestionada, y a veces desechada.
Esta emergencia de un movimiento indigenista en los países y de carácter nacional en ellos, coincidió con el ascenso político de organizaciones ciudadanas de orientación socialista, ecologista, feminista. La convergencia se nucleó como un frente de oposición a las políticas de orden neoliberal, que cruzaban transversalmente a los Estados latinoamericanos de fines de siglo -como parte de una globalización planetaria-, y que resultaban en distintas formas de marginalización de los grupos sociales populares. Frente unido también ante la degradación de los ecosistemas, sometidos a enclaves económicos de explotación de ‘recursos naturales’ que conocemos como extractivistas.
Buen vivir/sumak kawsay experimentado de un modo lo suficientemente utópico como para desafiar las estructuras de poder de los grupos hegemónicos locales y globales, y lo suficientemente realistas como para promover transformaciones sociales concretas.
Buen vivir/sumak kawsay lo suficientemente complejo como para abrir históricamente una tipología de corrientes diferenciadas que incluye la línea indigenista, la línea socialista y la línea posdesarrollista.
Fernando Viveros Collyer
Licenciado en Filosofía de la Universidad Católica de Chile
Magister en Filosofía de la Universidad de Chile
Docente de la Universidad Abierta de Recoleta