De un tiempo a esta parte, y sobre todo luego del paupérrimo logro de la derecha en el plebiscito del octubre de 2020 y luego, en la elección de constituyentes, donde ni siquiera obtuvieron un tercio que les hubiera dado el derecho a veto, se ha venido estableciendo como un lugar común entre las fuerzas progresistas de que estaríamos a un paso de acabar con el funesto modelo neoliberal que tanto daño le ha causado al país. Sin embargo, yo no sería tan optimista al respecto, no se puede derrocar por decreto algo que ha sido asimilado durante tanto tiempo por nuestros cuerpos y subjetividades. Ya lo decía Augusto Pinochet en los años ochenta, quería que Chile se transformara de un país de “proletarios a uno de propietarios”, y aquello caló tan hondo que, incluso en el actual debate de las pensiones, las personas prefieren que les entreguen todo su dinero, y no tener que compartirlo a través de un sistema de reparto generacional.
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Pero partamos por el comienzo, la implantación de ‘El Ladrillo’, el texto germinal del neoliberalismo escrito por economistas afines del gobierno de Jorge Alessandri y que se lo presentaron a José Toribio Merino (encargado del ministerio de Hacienda en 1973), no fue el primer intento de realizar una reforma radical en las finanzas del país. En 1955, durante el segundo gobierno de Carlos Ibáñez, y luego que éste rompiera abruptamente con sus seguidores más socialistas y populistas, hizo enviar a una comisión ad hoc para que intentara frenar el caótico nivel inflacionario que arrastraba el país, incluso desde los gobiernos radicales. La comisión, a cargo de dos economistas norteamericanos se llamó Klein-Sacks, y a diferencia de lo que ocurriría después con la terapia de shock propuesta por los Chicago boys, estos comisionados planteaban medidas bastante sensatas, pero que no pudieron ser llevadas a la práctica por la presión de los gremios y de los empleados públicos: entre otras cosas, subir los aranceles, deshacerse de las empresas públicas poco productivas y congelar los sueldos de los empleados fiscales, hasta lograr sanear la economía. Ibáñez desistió de estas sugerencias, pues no lograba controlar a la población cuando ésta se alzaba (le sucedió en 1931, y luego en 1957 -La batalla de Santiago-), además, para entonces ya se había conformado la Central Única de Trabajadores (CUT), así que el ex dictador prefirió mantener una alta tasa de inflación, pero con tal que la población no se le desbordara. (1)
El estado de la economía siguió así por varias décadas más, hasta las elecciones de 1970. Para Jorge Alessandri, esta era en suerte de revancha, pues durante su sexenio en la presidencia (1958-1964) se frustró su intento de modernización capitalista. El programa se Alessandri se puede definir en estos puntos:
- Corregir la “relajación moral, política, económica y administrativa que vive el país”. Reafirmar la figura presidencial y reducción la del parlamento, y la facultad presidencial de disolver el Congreso, para actuar sin las presiones de los partidos
- Gobernar con los más capaces, independientes de sus filiaciones políticas
- En el aspecto económico, apuntaba a la racionalización y orden (creación de empleo, aumento de productividad y disminución de inflación. Una mayor racionalización de la administración pública, para acabar con la inmoral influencia de la politiquería (2)
Nadie imaginaba lo que ocurriría con posterioridad del golpe de Estado, nadie, salvo los golpistas coludidos que venían trabajando en un plan económico alternativo desde mediados de 1972, y cuando el almirante Merino asumió la cartera de Hacienda le pidió a sus más cercanos que presentaran un proyecto de inmediato para exterminar de una vez con todo vestigio del modelo popular y socialista que había impulsado la Unidad Popular. He aquí cuando aparece Roberto Kelly, un ex marino ligado a los jóvenes de Chicago quienes les hacen un curso introductorio sobre esta nueva forma de entender la economía, que es más que una forma de intercambio de bienes y servicios, es mucho más que el capitalismo, sino que sirve para controlar todos los aspectos sociedad.
Para los ideólogos de ‘El Ladrillo’, los problemas de Chile no se remontan al gobierno de Salvador Allende, sino que desde los años treinta, en particular del de Pedro Aguirre Cerda y su idea de nacionalizar el país con la intervención del Estado. Para estos neoliberales, ese fue en comienzo del fin y había que acabar con todo aquello de raíz y por eso buscaron todos los resquicios para privatizar todas esas industriales estatales que habían constado décadas en ser constituidas.
Parte del decálogo que señala “El Ladrillo” señala:
- Los principales problemas de la economía chilena de los últimos treinta a cuarenta años son su baja tasa de crecimiento, estatismo exacerbado, escases de empleos productivos, inflación, atraso agrícola, extrema pobreza. (Llama la atención que, aunque compartan el diagnóstico del atraso agrícola, tal como lo hizo la Democracia Cristiana, no ofrezcan ninguna solución al respecto, salvo mantener a los campesinos en un grado similar a un semifeudal).
- Borrar el proceso de estatismo desde 1938
- Reducir el tamaño del Estado y eliminar su politización
- Aplicar terapia de shock en la economía. El mercado asigna mejor los recursos. Incentivar el esfuerzo personal y reducir la redistribución en la población (3)
Esta modalidad de implementar un nuevo modelo de entender la economía quizás no hubiera tenido nada de malo, y se podría haber comparado con otras experiencias que experimentó en país durante el siglo XX. La gran diferencia es que se impuso a sangre y fuego, y con un alto costo humano, a pesar que los economistas a cargo reiteraban que no respondían a una ideología en particular y que ellos eran “apolíticos” aunque admiraban al “presidente Pinochet”.
Lo más grave del neoliberalismo es que no actúa según la lógica del capitalismo, el que se remite a evaluar el costo-beneficio de un mercado en particular. El neoliberalismo pretende ser una ideología omnicomprensiva, y lleva su lógica a todos los aspectos de la vida humana. Es una corriente de pensamiento que se impuso en forma hegemónica a partir de los años setenta y define como paradigma un tipo de sociedad que se centra en el mercado, y la existencia de un Estado mínimo, solo para funciones policíacas. El neoliberalismo es enemigo del Estado de Bienestar y de toda política igualitaria: la pobreza, exclusión y desigualdad son parte de la naturaleza humana, querer imponer cierta igualdad sería antinatural. Para estos pensadores, existiría un ‘Orden Espontáneo’ en la sociedad que debe respetarse, tal como las leyes de la naturaleza.
En una entrevista realizada a Freiderich Von Hayek para la revista chilena Realidad en 1981, deja claramente detallado cual es el pensamiento sobre el que se sostienen el neoliberalismo: “La pobreza no se soluciona con la redistribución. Si la redistribución fuera igualitaria habría menos que distribuir. Es precisamente la desigualdad de ingresos lo que permite el actual nivel de producción. Apruebo la distribución en las países que pueden hacerlo, pero es un lujo de los ciudadanos de esos países (…) (Sobre subsidiar a la niñez con programas de nutrición y educación)… solo se proporciona un remedio temporal a la desnutrición, pero el problema se agudiza con el aumento de la población”. (4)
Otro que suscribió de buena gana los postulados del neoliberalismo fue Jaime Guzmán, uno de los primeros asesores de la Junta de Gobierno. Desde el primer día comenzó a publicar libelos relativos al Principio de Subsidiariedad. En la propia declaración de Principio de la Junta de Gobierno de Chile en 1974, del cual él fue el principal redactor señala: “la declaración plantea como básico el de la subsidiariedad en la acción del Estado. Allí donde el particular se encuentre actuando, no debe hacerlo el Estado. Esto equivale a decir que el Estado no solo debe aceptar la iniciativa privada y abstenerse de interferirla, sino que también debe promoverla”. (5)
Quizás lo que le hizo sentido al beato Guzmán para aceptar esta doctrina ideológica foránea fuera en hecho que la Iglesia Romana había aceptado de buena gana los postulados de la subsidiariedad. El propio Padre Juan XXIII asumía que aquello solo venía a mejorar la calidad de los hombres. Este debió ser el paso clave para que el gremialismo se hermanara con la lógica neoliberal hasta el día de hoy: “En los regímenes económicos en donde no se reconoce el derecho de propiedad privada, son oprimidas y sofocadas las expresiones fundamentales de la libertad. El mundo económico es creación de la iniciativa personal, se preocupa la iglesia que la institución de la propiedad privada sea tal como debe ser, conforme al designio de la divina sabiduría y a lo expuesto por la naturaleza”. (6)
Ahora, volviendo a la pregunta inicial: ¿Se puede desneoliberalizar el país? Por un instante, en medio de la efervescencia social del estallido de 2019, parecía que todos estábamos hermanados, que todos luchábamos por el mismo sistema tan injusto, que nos afectaba a todos de un modo u otro. Pero de a poco, volvieron a surgir actitudes egoístas que se resumen en que “cada uno se rasca con sus propia uñas”, eso ocurrió con ocasión de la entrega del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), luego fueron las vacunas y el debate de los antivacunas (que le estarían pasando a llevar su libertad, por sobre el interés de la comunidad). Y, finalmente el debate de las AFPs, donde todos queremos nuestro dinero ya, y que se pudra un eventual sistema solidario. Y si hablamos de solidaridad intergeneracional, a pocos les importa la calidad ambiental que podamos dejarles a las nuevas generaciones, ellas tendrán que lidiar con lo peor del cambio climático. Por eso escucho a dirigentes de partidos jóvenes hablando del fin del neoliberalismo… eso, estimados es solo un wishful thinkig, la realidad es mucho más cruda.
Cristián Martínez
Docente UAR
Referencias:
1. Juan Pablo Couyoumdjian (editor) Reformas Económicas e Instituciones Políticas: La experiencia de la misión Klein-Sacks en Chile, Universidad del Desarrollo, 2011
2. Programa de gobierno de Jorge Alessandri Rodríguez, 1970
3. www.cepchile.cl/dms/lang_1/cat_794_inicio.html
4. “La Fuerza de la Libertad” F. von Hayek; Revista Realidad Año 2 N°24, Mayo 1981
5. “Subsidiariedad y Burocracia”, Revista Qué Pasa, 1974
6. Encíclica mater et magistra, Papa Juan XXIII, Revista Realidad, Año 3, N°27, Agosto 1981