Durante el presente siglo se ha generado abundante evidencia científica respecto al bienestar en los seres humanos que generan los cuerpos de aguas en zonas urbanas, ya sean naturales o artificiales. Así, haciendo una analogía con las áreas verdes, dichos cuerpos que pueden ser lagunas, embalses, ríos, piletas, piscinas y otras fuentes hídricas; han sido denominados como ‘Espacios Azules’, registrándose variados reportes sobre sus positivos impactos en la salud de los habitantes que acceden a estos bienes.
En los sectores urbanos de la mayoría de las comunas urbanas mediterráneas del norte y centro de Chile donde se reclama por la calidad y cantidad de elementos ambientales hedónicos, no existe una oferta de ‘Espacios Azules’ que se ajuste a su propia geografía tanto natural como cultural para que contribuyan a elevar el bienestar de la dura vida citadina. Ante ello, considerando la importancia de la gestión del ecosistema como incidente del bienestar y el creciente déficit de agua agravado por el cambio climático, resulta útil que los instrumentos de desarrollo comunal consideren la disposición de estos cuerpos de agua para provecho de los vecinos.
¿Cuáles son los impactos positivos? Los ‘Espacios Azules’ como cuerpos de agua generan beneficios desde un punto de vista físico y biológico según lo demuestran investigaciones conducidas por diversos centros y proyectos tales como ISGlobal de Barcelona y el BlueHealth de la Unión Europea. Dentro de los primeros beneficios destaca la amortiguación térmica debido a la capacidad calorífica del agua donde una masa de este vital compuesto suaviza las ondas de calor y con ello reduce la molestia en las personas durante las horas más cálidas de las jornadas de verano. Dentro de los impactos biológicos para los seres humanos están aquellos propios de su trayectoria evolutiva como primate, donde la presencia conspicua de agua reduce el estrés e incentiva la actividad física. También los cuerpos de agua propician la proliferación de flora y la llegada de fauna, enriqueciendo la biota y paisaje de entornos cada vez más áridos.
Estos efectos físicos y bióticos actuado por sí solos o de manera combinada, generan además un efecto comercial donde la evidencia empírica muestra que un predio adyacente a un cuerpo de agua o simplemente con una vista hacia él, incrementa considerablemente su precio respecto de otro que carece de tal cualidad hídrica.
La oferta de nuevos ‘Espacios Azules’ para su gozo por parte de la comunidad depende en gran parte de la concepción que de ellos se tenga en cuanto su localización y geometría. Uno de los reparos al respecto es que su viabilidad está ligada a la ausencia de vandalismo, proponiéndose el emplazamiento estos cuerpos de agua en zonas resguardadas de las comunas tales como frentes de edificios públicos donde la probabilidad de daños intencionales o uso inapropiado es baja. En efecto, puesto que la historiografía identifica que en sus inicios estos cuerpos de agua artificiales fueron fuentes comunitarias para bebedero de caballares y aseo de bienes muebles (ropa, vajilla…), se teme que las nuevas fuentes hídricas no sean utilizadas para fines contemplativos. En este sentido el mejor resguardo es otorgar el sentido de pertenencia a los propios vecinos para que ellos hagan de los ‘Espacios Azules’ un bien propio altamente valorado.
Otro de los reparos se refiere a la probabilidad de accidentes, especialmente en niños y en personas con alguna discapacidad. Una manera barata de encarar estos riesgos es proyectar los ‘Espacios Azules’ con profundidad menor al decímetro.
Sin embargo, el mayor problema está en la provisión de agua, el cual se agrava con la mega-sequía que afecta a gran parte del territorio nacional donde los caudales de los cursos superficiales del recurso hídrico han disminuido y donde también se han deprimido los acuíferos que proveen el vital elemento como insumo para los reservorios urbanos. De hecho, la reciente Actualización del Balance Hídrico Nacional encargada por la Dirección General de Aguas pronostica que la disponibilidad de agua podría bajar hasta el 50% en la zona centro-norte y hasta el 25% en el sur de nuestro país para el período 2030-2060. Por lo tanto, se debe optar por tecnologías de reciclado y autodepuración de los volúmenes de agua que ocupan las piletas y otros humedales artificiales.
Superados estos desafíos en las comunas que hoy son deficitarias de ‘Espacios Azules’, inicialmente en Recoleta donde se está llevando una investigación pionera por un equipo multidisciplinario de la Universidad de Santiago de Chile (USACH); estos cuerpos de agua artificiales no solo pueden contribuir a la salud mental y física en virtud a la carga evolutiva propia del linaje acuático de la especie humana, sino además pueden ser lugares de distendidos encuentros de los habitantes ante la vorágine urbana.
Dr. Lucio Cañete Arratia
Académico, departamento de Tecnologías Industriales de la Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile.
Investigador, Universidad Abierta de Recoleta.