El genocidio contra los palestinos de Gaza como un acto públicamente mediatizado a inflamado a todo el oriente medio; los tambores de guerra retumban en toda la región, mientras, la lógica de la agresión bélica es esgrimida por el occidente corporativo comandado por la fuerza moral que se atribuyen los anglosajones.
La osadía de Rusia y su liderazgo al llevar adelante lo que denominaron la Operación Militar Especial en Ucrania, ha tenido consecuencias enormes para todo el mundo. Las acciones bélicas rusas se ejecutaron con una intencionalidad de adelantarse a los preparativos de occidente para crear en Ucrania una fortaleza inexpugnable que venían preparando desde 2014. Rusia ha combatido contra las fuerzas armadas ucranianas, – quienes son apoyadas por el dinero y el equipamiento occidental- sin dejar de lado el concepto de ‘Operación Especial’, por lo tanto, sin entrar de lleno en una movilización total de sus recursos económicos y sociales, aun así, prevalecen.
Las grandes naciones que crean bloques de poder deciden en última instancia los momentos o los tiempos de ejecución de sus planes tácticos y estratégicos. Sin embargo, actores menores de países llamados subdesarrollados en base a sus creencias y la audacia de quienes tienen poco que perder, han demostrado que pueden disputar a las grandes naciones la primacía del diktat de los tiempos o los escenarios geopolíticos.
Históricamente, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial -por el desarrollo de las capacidades nucleares disuasivas-, los enfrentamientos armados se sostuvieron entre potencias contra países del llamado Sur colectivo. En conflictos como en Corea, Vietnam, Cuba o Afganistán, naciones pobres enfrentaron a grandes ejércitos tecnológicamente poderosos armados principalmente con la justeza de sus convicciones.
El rugido del ratón de estos países no solamente ha equiparado bélicamente a las potencias agresoras e incluso han triunfado sobre éstas como en el caso de Vietnam y Cuba, sino que, principalmente, se han convertido en ejemplos de dignidad para todos los pueblos del mundo.
En sociedades occidentales y occidentalizadas donde es rutinario la obsecuencia o la genuflexión frente a los superiores, es difícil que los ciudadanos comprendan a cabalidad lo que significa la dignidad como esencia del sentimiento de una comunidad o nación.
El ejemplo de estas naciones que enfrentan a colosos se convierte en un activo mayor de la lucha contra el colonialismo y son de las pocas banderas que la izquierda mundial -la verdadera y no la social liberalizada- pueden exhibir con orgullo para mostrar que otro mundo es posible.
En la actualidad el máximo ejemplo de dignidad son los Hutíes de Yemen, quienes han mantenido un largo conflicto armado desde 2014 contra la casa reinante de Arabia Saudita apoyado por los Estados Unidos. La guerra civil en Yemen se inscribe en la lógica que estableció occidente para destruir la unidad de los países islámicos atizando las diferencias entre chiitas y sunitas.
Las acciones de los sionistas israelíes en Gaza con el asesinato de miles de civiles, en su mayoría niños y mujeres, han llevado a manifestaciones de millones de personas en todo el mundo y a la retórica de las amenazas por parte de diferentes gobiernos o agrupaciones islámicas; sin embargo, los hutíes, desde que comenzó la agresión sionista, han pasado del verbo a las acciones, poniendo en jaque el comercio internacional por el canal de Suez. En los hechos, la osada apuesta del liderazgo yemení, destruye las divisiones creadas por occidente para manipular a los países islámicos ya que los chiitas hutíes combaten abiertamente a favor del grupo Hamas de filiación sunita.
Si las deferencias entre los creyentes del islam terminasen, existirían posibilidades para que estas naciones se presentaran con una unidad de propósito, logrando disminuir o anular el impacto del poder anglosajón en medio oriente.
Por otra parte, la conducción occidental tomada en manos de las naciones anglosajonas, principalmente Estados Unidos y Reino Unido, mantienen una dinámica histórica de enfrentar cualquier conflicto desde el punto de vista de la fuga hacia adelante. Esta condición suele exacerbar los conflictos al basarse abiertamente en la intimidación del oponente en la lógica de la fuerza de las armas, el leviatán desatado.
Esta actitud gansteril, extorsiva y prepotente se da en todo escenario y en todo momento, aumentada en los últimos tiempos desde el inicio de la guerra en Ucrania, tanto como por la amenaza al diseño de la globalización por la emergencia de China al tope de la economía o los bloques de poder regionalistas alentados por el concepto de multipolaridad. La imposibilidad de una conflagración abierta con Rusia por la disuasión nuclear, hace que los ejércitos de las potencias occidentales descarguen su poder hacia la vieja tradición de atacar a países subdesarrollados.
El guion de la fuga hacia adelante se siguió tanto en el mar Rojo, con una serie de bombardeos contra instalaciones de los hutíes; en Guyana, con el envió de un barco militar por parte de Reino Unido en el conflicto con Venezuela por el Esequibo; en los atentados en Irán atribuidos al Estado Islámico; o en el anuncio de que tropas estadounidenses llegarían a ‘pacificar Ecuador’: “Estados Unidos apoya al pueblo de Ecuador. Estamos listos para brindar asistencia al Gobierno ecuatoriano y permaneceremos en estrecho contacto con el equipo del presidente respecto a nuestro apoyo” (Brian Nichols, jefe de la diplomacia estadunidense para América Latina en Infobae 10/01).
Por su parte, los medios corporativos en Chile, nunca intentan un análisis en totalidad de los sucesos que convulsionan al mundo actual. Las informaciones se presentan fragmentadas como si cada una fuese un cuadro separado del resto. La ocurrencia de entregas de información con la carencia de un conocimiento omnicomprensivo geopolítico busca que la opinión pública pueda ser formada de acuerdo a los intereses pre establecidos.
En un planeta interconectado por las redes de información, donde los grandes medios de comunicación corporativa controlan las fuentes noticiosas, creando una agenda global sobre lo que se debe hablar o debatir o lo que se debe ignorar, los ejemplos como los de lo hutíes son inaceptables, ya que como nunca antes crean en las mentes de los colonizados -económica, emocional o culturalmente-, tiendan a pensar que las cosas pueden ser diferentes.
Como en su momento la revolución cubana se convirtió en el faro ideológico de los países latino americanos, transformándose en una influencia nefasta para los intereses estadounidenses en la región, los yemeníes tienen en su poder -ellos los saben- la capacidad de ser el guía del mundo islámico.
El cambio desde una visión mundial unipolar a la multipolaridad, propuesta por China y Rusia, se presenta como una lucha de clase de las naciones tanto como la última versión de la lucha de clase en las sociedades, donde las potencias occidentales, ante el fracaso del sistema globalista neoliberal, apoyan a los movimientos ultraderechistas como solución de gobernabilidad y mantención del status quo ante el desprestigio de la democracia liberal y los conflictos presentes y futuros producidos por el capital en época de cambio climático. La respuesta militar contra los hutíes lleva al choque a gran parte del oriente medio donde Israel, Líbano, Siria, Irak, Irán y Yemen, se mantienen como puntos candentes, donde cualquier error de cálculo terminará por incendiar la pradera. Esto es un claro signo de deterioro del predominio occidental, pues lo esencial de la hegemonía es controlar las posibles respuestas de las amenazas geopolíticas en un mundo pacificado por las certezas imperiales.
Centro de Estudios de Medios