El poder político/mediático necesita de una juventud acrítica y apática que pueda ser manejada y manipulada con facilidad para mantener el statu quo. Sin embargo, una luz de esperanza recorre el mundo: los jóvenes de las diferentes universidades del mundo se movilizan para detener la masacre de palestinos y, de paso, cuestionar la hipocresía de occidente que enaltece los derechos humanos y el derecho internacional cuando le conviene.
Al igual que durante la guerra contra Vietnam o la invasión de los Estados Unidos a Irak en 2003, la juventud se moviliza en contra del genocidio en Gaza y las implicancias políticas, mediáticas y en formación de opinión pública, de la labor intelectual/académica de las universidades israelíes para salvaguardar el proyecto supremacista del sionismo.
En los Estados Unidos el movimiento contra los convenios con las universidades israelíes alcanzó dimensiones preocupantes para las relaciones entre el país norteamericano y su enclave en el Medio Oriente, al punto que el ex presidente Donald Trump manifestó que: “una cosa que haré es expulsar del país a cualquier estudiante que proteste. Ya sabes, hay muchos estudiantes extranjeros. Tan pronto como escuchen eso, se comportarán» (Interferencia 28/05).
Las manifestaciones comenzaron a replicarse en diferentes universidades del mundo implicando un cuestionamiento, no solamente a los complejos académicos, sino que a las políticas de los Estados que apoyan financiera y militarmente al sionismo y su política de exterminio.
En Chile, con un movimiento estudiantil mermado tras la derrota del octubrismo con los acuerdos institucionales para encausar el descontento manifestado en el Estallido Social que desembocó en la derrota de la izquierda en el plebiscito del Apruebo o Rechazo, y, en la capacidad desmovilizadora del gobierno de Gabriel Boric al tomar las causas de las organizaciones sociales e institucionarlas en el juego democrático liberal, las banderas de la lucha del pueblo palestino -que son las de toda la humanidad- permitió la reorganización de las movilizaciones.
El estado raquítico del movimiento estudiantil quedó de manifiesto con las elecciones de la FECH, donde el bajo quorum de participación puso en entredicho las mismas, mostrando que, a pesar de todas las dificultades de los estudiantes y la amenaza contante de la involución política de la contraofensiva conservadora de la derecha y la ultraderecha, los jóvenes no se organizan o movilizan, dejando de ser un protagonista de la lucha política como ha sido su característica histórica.
La causa palestina, con el genocidio abierto y mediáticamente expuesto, es un fundamento suficientemente poderoso para aunar a los estudiantes chilenos y de otras latitudes del mundo, en una especie de internacional por los derechos humanos y en contra del racismo sionista.
¿Pero por qué o para qué cuestionar las relaciones entre las universidades occidentales con las israelíes, es efectiva para la causa palestina este tipo de movilización?
Tras el comienzo de las movilizaciones en las universidades de Chile y Católica, comenzaron a aparecer una serie de artículos de prensa para cuestionar el actuar de los estudiantes, especialmente desde que la Facultad de Filosofía de la Casa de Bello revocó un convenio con la universidad Hebrea de Jerusalén. Los rectores de las mencionadas universidades se rehusaron a terminar con los convenios: «Nuestras instituciones deben dar testimonio de pluralismo, análisis y reflexión en profundidad sobre todos los temas que atañen a la sociedad. Tender puentes de diálogo debe ser siempre el verdadero ethos universitario, en particular cuando hay situaciones bélicas y conflictos tan graves como los que vivimos» (rector de la Universidad Católica, Ignacio Sánchez, en Emol 23/05).
El poder político y su brazo mediático saben que la impopularidad de las acciones del Estado israelí puede convertirse en un gatillante de una respuesta a la agenda conservadora, no solo en materias internacionales, sino que también en los principales temas que afectan a los pueblos que yacen inertes frente al crecimiento de la ultraderecha. El mal ejemplo debe ser cortado de raíz. Mientras, la comunidad judía en Chile, conoce la fuerza del poder mediático y teme que las atrocidades expuestas signifiquen una estigmatización de todos los hebreos.
A pesar de la condición dialogante de los rectores, la causa palestina se nos presenta no solamente como fundamental, sino como apremiante, ya que cada día ocurren asesinatos brutales de niños y mujeres poniendo en peligro de muerte por inanición a miles de personas.
Por lo tanto, todas las formas de influir en la opinión pública, tanto en Chile como en el mundo, se hacen esenciales para detener el genocidio. Más aún, el movimiento estudiantil internacional logró despertar a un mundo adormecido por las consecutivas crisis, entregado al fatalismo de lo inexorable de las guerras y las masacres.
Las políticas llevadas adelante por el sionismo se muestran siempre pedantes y por sobre los acuerdos o tratados internacionales; su seguridad estriba en el apoyo irrestricto del Estados Unidos bipartidista y de otros Estados occidentales que les permite una condición de excepcionalismo que apoya sus pretensiones de ser el pueblo elegido por dios, base del racismo nacionalista/religioso. El último episodio del descalabro sionista en relaciones públicas fue la foto – altamente viralizada en redes sociales y medios independientes- de Nikki Haley, ex gobernadora de Carolina del Sur, quien escribió en una bomba israelí destinada al ataque a Gaza: “Acaba con ellos. USA ama a Israel. Por siempre”.
Al poco de masificarse el movimiento estudiantil internacional contra el genocidio en Palestina, varios países que no reconocían a dicho Estado, mostraron su intención de hacerlo, entre ellos España, Irlanda y Noruega, y se espera que próximamente lo hagan Luxemburgo, Bélgica, Malta, Portugal, Grecia y Eslovenia.
Lo ocurrido con la opinión pública en distintas partes del mundo muestra una lectura errada del poder político israelí, que vio en el ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023 la excusa perfecta para terminar con “el problema palestino” tomando el control total de la Franja de Gaza y eliminando a las facciones de la resistencia.
La industria de las relaciones públicas como factor estratégico en formación de opinión pública siempre se verá determinada por los hechos ocurridos en el terreno, a pesar de intentar reescribir los fundamentos históricos con tratamientos mediáticos ad hoc que permiten la manipulación de los ciudadanos, ante la abrumadora evidencia de los crímenes sionistas, esta industria se ha visto impotente.
La mención a la novela de Nicomedes Guzmán con que comenzamos esta columna, muestra la vida y luchas de los trabajadores, sus esperanzas y sacrificios. Hoy como ayer, la esperanza está puesta en nuestros niños y jóvenes para que logren hacer lo que los viejos no han logrado: un mundo más justo y basado en la racionalidad. Mientras, la sangre la pone el sacrificio del pueblo palestino.
Centro de Estudios de Medios
Referencias
(1) Novela de Nicomedes Guzmán publicada en 1943 sobre la huelga de los trabajadores del transporte tranviario