A poco tiempo de recorrer las multitudinarias calles de Chile un día domingo 8 de marzo del presente año, en las marchas por la igualdad, la justicia y la liberación de las mujeres, a nivel planetario nos enfrentamos a una epidemia que afecta a diversos países en diferentes continentes. La mayoría de los países ha optado por ir decretando las cuarentenas para evitar la mayor propagación del virus Covid19 por los territorios, que ha dejado a miles de personas muertas. Aun así su avance no puede detenerse del todo y la pregunta que surge es ¿qué pasa con las mujeres afectadas directamente e indirectamente por las políticas del cuidado?
Las formas de organización social y económica de las sociedades occidentales establecen un modo de producción y una socialización de las personas a través de una división del trabajo, que orienta a las mujeres hacia el cuidado y la atención a los demás y a los hombres hacia la producción de bienes para el mercado. De este modo, actualmente la pandemia del coronavirus plantea el cuestionamiento a una forma social actual de distribuir los cuidados. Los datos señalan que gran parte de este trabajo lo realizan mujeres, el cual no es recompensado ni remunerado, y además son otra gran parte del trabajo del cuidado sí remunerado. Es decir, este trabajo hace constituir a la mujer como la mano de obra principal destinada a cumplirlo. Especialmente en el contexto de brotes de enfermedades virales tan graves como el Covid19, un grupo de científicas británicas señalan que es necesaria la participación de las mujeres en los gobiernos para ser parte de los protocolos, ya que de esa manera se toma en cuenta que las mujeres -al final- son las más afectadas en estos procesos de infecciones virales, porque ellas son las que cuidan y su grado de exposición es mayor a los contagios.
Esta situación de catástrofe y cuarentena que han ido decretando la mayoría de los países con la epidemia, contempla que los establecimientos educativos cierren para evitar una creciente propagación del virus. Hay que considerar que, en su mayoría, son las mujeres quienes realizan las tareas de cuidado, además, en un contexto de alto estrés, más todo lo que implican los procedimientos de medidas extremas de higiene por recomendaciones de la Organización Mundial de Salud. Esto implica una mayor carga de trabajo para las mujeres de la cual no se preocupan las políticas, que están enfocadas más bien en decretar pero no generar los dispositivos, protocolos, procedimientos para proteger la salud física, psicológica y social de las mujeres que se convierten en cuidadoras de tiempo completo.
A esta tarea del cuidado en el hogar se suma, como se indicaba anteriormente, el trabajo de la salud que progresivamente ha sido fuertemente feminizado. En su mayoría enfermeras están a cargo del cuidado de pacientes en cuadros de salud críticos, como también son ellas la mayoría que tiene el cuidado de adultas y adultos mayores. En este contexto de cuidados por la pandemia que afecta a nuestros países, surge el cuestionamiento sobre qué implicaría este concepto sobre todo en situaciones de alta dependencia como es la de personas enfermas con este tipo de virus que son altamente dañinos del sistema respiratorio. Cabe revisar si esta dependencia de cuidado no revestirá ninguna reciprocidad del Estado como si fuera una tarea natural y esperable que las mujeres las realicen perpetuando estas situaciones de injusticias y discriminaciones; puesto que no recibirán nada a cambio por este trabajo del cuidado, menos en la medida que dan exponiendo su salud y sus propias vidas.
Según datos de la organización Yo Cuido, en Chile, el 98% de las personas que cuidan personas que están postradas, están en situación de discapacidad o dependencia son mujeres. Muchos de estos pacientes críticos que están al cuidado de sus familiares mujeres presentan serias dificultades de deglución, lo que les provoca cuadros de neumonía por micro-aspiración, es decir, una infección en el pulmón por aspirar la comida. Por lo riesgoso y peligroso de este tipo de maniobras es que dicha organización ha buscado que se reconozca que ser cuidadoras es un trabajo permanente muy demandante no considerado por el Estado. Sólo recientemente, y gracias a su justa lucha incansable, lograron modificar la ley 20.422 para reconocer el rol y los derechos de los y las cuidadoras, aprobada en junio de 2019.
Del mismo modo, y con el objetivo de visibilizar el trabajo de las cuidadora, realizaron una encuesta para determinar la situación laboral y el bienestar emocional de las personas que deben destinar su tiempo al cuidado de un familiar que se encuentra en situación de dependencia. Esto da cuenta que, efectivamente, son las mujeres las que asumen la asistencia de personas que requieren de cuidados de salud. Además el 68% de las personas encuestadas tienen el “síndrome de la persona cuidadora” en un nivel intenso, es decir, una sobrecarga muy fuerte. Esto habla de una salud mental y física muy empobrecida de las mujeres que realizan estas fatigosas labores
En el contexto del Covid19 esta exigencia es altamente mayor, dado que a la demanda ya realizada en los cuidados ahora se suma los riesgos que implican para estas personas estar expuesta a la infección o infectar a las personas cuidadas. Esta epidemia agrava la tensión, la rigurosidad máxima del cuidado para no exponer a la infección. Esto pone un escenario difícil y apremiante para todas las personas que estarán expuestas a la propagación del virus.
Esto nos llama a reflexionar como sociedad en contextos de protestas sociales, que la pandemia nuevamente trae consigo el cuestionamiento a nuestras estructuras de división social del trabajo. La mujer es la más perjudicada al no ser considerada como trabajadora de los cuidados, sobre todo considerando que se avecina una tarea ardua, dolorosa e injusta. Es así que los estados tienen una tarea relevante en el reconocimiento de estas labores con una auténtica reciprocidad.
Jéssica Lorena Muñoz Pizarro
Filosofía, Economía y Desarrollo
Universidad de Santiago de Chile