A Santiago lo globalizó la política y más específicamente la política democrática. Si la prensa es indicativa del interés mundial, la campaña presidencial de 1964 se convirtió en una experiencia hipnótica cuya atención desbordó con mucho el ámbito regional. Cables y reportajes especiales ratifican su importancia hemisférica y permiten encuadrar el intervencionismo que despertó un comicio tenido por decisivo.
El triunfo reformista de 1964 tuvo un cariz revolucionario y Santiago, como plaza electoral mayoritaria, fue una arena afectada por la movilización electoral. Pasión, ilusión y emoción se filtran en las fotografías y películas que rememoran una campaña apasionada en las palabras y caso contenciosa en los gestos.
Aunque la abultada militancia democratacristiana se auto representaba misional, las mayorías fueron menos disciplinadas cuando se conoció la noticia de la mayoría absoluta. El festejo del triunfo, para no ir más lejos, fue lo suficientemente masivo, popular y dilatado como para que un observador interesado como Paulo Freire hablara, por abajo, de euforia. Recién llegado de una Bolivia altiplánica, el educador brasileño se oxigenó con la algarabía callejera.
Por arriba, Eduardo Frei, artesano privilegiado de la excepcionalidad chilena, le otorgó a su victoria un carácter refundacional. La sociedad, el territorio y el propio Estado, prometió educadamente, vivirían un cambio substancial y en la mutación, nuevas entidades adquirirían relevancia. Freire, precisamente, anidó laboralmente en una red de organizaciones estatales y para-estatales de nombres extensos y siglas enigmáticas. Su desempeño, lábil a la influencia de organismos internacionales y eclesiales avecindados en la ciudad, es recordado por diferenciarse de la figura ejemplarizadora del especialista. Perceptivo y receptivo, su preferencia por la inteligencia colectiva y la co-creación resuenan fuerte en la misma ciudad que, medio siglo después, busca convertirse en para fuerte para la innovación.
Tal y como lo recuerda otro artífice del ecosistema reformista, Freire no fue el único brasileño que vio en Santiago una oportunidad de crecimiento intelectual, pero también profesional. A su cometido, es necesario agregar el de tantos otros migrantes de talento que fundaron librerías con la misma facilidad que hacían brillantes clases universitarias. En el caso de Freire, sin olvidar las antipatías conservadoras e incomprensiones radicales que su reflexión provocó, la ciudad subdesarrollada fue un estímulo y un acicate. Y sus ideas y su pasión, una combinación poco frecuente en estos tiempos descafeinados, resuenan para quien quiera escucharlos.
Gonzalo Cáceres Quiero
Magíster en Desarrollo Urbano, Pontificia Universidad Católica de Chile
Docente del curso de la Universidad Abierta de Recoleta, Santiago cinematográfico: Entender la ciudad a través de películas.