Felicitaciones a la Universidad Abierta de Recoleta (UAR) por sus tres años de actividad. Le han tocado, hay que decirlo, tres años muy difíciles, difíciles para todas las universidades, para nosotros los profesores, para los liceos y las escuelas, es decir, para todas las formas de educación. Hemos debido aprender a hacer clases a distancia, lo cual no sabíamos hacer la mayor parte de nosotros. Muchos hemos colapsado cien veces frente al computador, que como máquina infernal nos da señales equívocas permanentemente: luces que se prenden, luces que se apagan, pero también hace posible que muchas personas que no podían asistir a clases presencialmente, en una sala de clases, se conecten, y eso es una oportunidad enorme para esta Universidad Abierta, que se define por su apertura, lo cual, como todas las cosas, tiene un lado complejo y un lado positivo. Un lado de oportunidad.
Hay cifras muy interesantes en el transcurso de vida de la Universidad. En estos tres años, el 82% de sus inscritos asistió por sistema digital, lo que es un enorme porcentaje, una enorme cantidad. Un aspecto interesantísimo también es que el 73,6% del total de estudiantes, es decir, casi el 74%, fueron mujeres, que obviamente frente a la cuestión universitaria han estado siempre postergadas. Es muy interesante mostrar que hay un porcentaje importante de extranjeros, hay otro en relación a las edades, por lo que me parece que lo que ha hecho la UAR es altamente significativo. Edades en las que normalmente se ha se ha tenido que dejar la universidad, o no se ha podido ingresar. Por lo tanto, esta universidad, que se define como abierta, es una oportunidad muy interesante e importante, por eso la aplaudo enormemente.
Las universidades son -y los que tenemos largos años en universidades lo sabemos- una torre de marfil, un lugar cerrado, entonces el llamarse “abierta” me parece extraordinariamente adecuado. Para los que les gusta el cine, y el teatro, que deben ser muchos, acordémonos cómo le decía ‘pantanito’ Elizabeth Taylor al profesor, que era su marido, el actor Richard Burton, en esa maravillosa obra de teatro, y después de cine, que se llamaba Quién le tiene miedo a Virginia Woolf, en un juego de palabras cínico, irónico, culto… de manera groseramente culto, que muestra lo que es la enseñanza universitaria en todas partes: un mundo cerrado.
Son muchas las veces que hemos estado en algunas universidades -yo he estado en muchas – tratando de abrir la universidad a la gente. La última vez que estuve en una universidad así fue en plena Unidad Popular, y no es malo que lo recuerde hoy, en la Universidad Técnica del Estado (UTE), que es como se llamaba en ese momento. El rector armó el convenio tecnológico, el convenio de la Central Única de Trabajadores (CUT) con la UTE, a la que después le cambiaron el nombre y la denominaron Universidad de Santiago. Yo sigo llamándola la UTE, pues como dice el poeta Nicanor Parra “me moriré, más seguiré llamándote”. Entonces me parece que es muy interesante hacer una Universidad Abierta porque la universidad burguesa, elitista, aburrida, se centra en disciplinas cerradas entre sí, en las que la psicología no conversa con la sociología ni con la antropología, ni el derecho con la psicología, etcétera, y eso es lo que yo creo que debe cambiar. Es muy difícil que cambie a nivel de las grandes universidades nacionales, que están todas prescritas por un sistema de ranking mundial, un sistema en el cual el Estado las aprisiona. Pero sí a nivel municipal me parece que la práctica puede ser extraordinariamente rica. Noventa y seis mil personas han participado en estos tres años en la UAR, lo que no es nada nada de poco.
Esta iniciativa viene a reforzar lo que debería ser la labor de los municipios, y que en Recoleta efectivamente se ha ido abriendo. Creo que lo que viene ahora, lo que tiene que venir con la Convención Constituyente, es que efectivamente las funciones municipales se amplíen y, entre otras cosas, puedan llevar adelante programas educativos de esta naturaleza. Creo que ése es el camino democrático, el camino para la democratización del país: todo el mundo tiene derecho a estudiar.
Alguna vez dijimos ‘universidad para todos’, y yo sigo pensando en ello. Los títulos no son lo importante. Lo importante es aprender, estudiar, prepararse.
Mayor ciudadanía, tener abierta la cabeza a las distintas alternativas y no andar con los terrores, con los miedos, no estar escuchando permanentemente todo lo que nos pasan por los medios de comunicación. No me queda más que felicitar a los que han participado en la UAR, a sus profesores, que son muchos y muchas. ¡Larga vida a la Universidad Abierta de Recoleta!
José Bengoa
Licenciado en filosofía, antropólogo, cientista social y ensayista.
Profesor de la Academia de Humanismo Cristiano e integra el Consejo Académico y Social del Instituto Plurinacional de la Universidad Abierta de Recoleta.