Tengo una hija de 22, estudia psicología comenzando el cuarto año. Habitualmente me cuenta lo complejo que es para las mujeres de su edad que las tomen en serio. Las tratan como si fueran menores de edad en la universidad, en el banco, en el súper, en tiendas, en la consulta médica. No les dan trato de personas adultas y el respeto a sus derechos es bien esquivo.
Imaginen cómo puede ser el trato a las mujeres políticas, además jóvenes, cuando disputan y ejercen el poder.
En el gobierno del Presidente Gabriel Boric no solo hay un cambio generacional, sino que mayoría de ministras y paridad en los cargos designados. En los cargos hay mujeres jóvenes, preparadas y feministas, que están disputando espacios públicos de poder. Solo por ser mujeres han sido recibidas con oposición machista pero disimulada. ¿De todo el mundo? No, pero sí de mayorías que son abiertamente reticentes a la igualdad de género, algunas veces silenciosas, pero siempre a la espera de que se equivoquen para caerles encima y ventilarlo por doquier para que caigan.
Les harán la vida imposible, llegarán a acuerdos y los desconocerán, preferirán tratar con hombres y no con ellas, las amenazarán y las atacarán permanentemente en espacios digitales. Públicamente dirán que son ministras impulsivas, que tiene una red poderosa, que son muy feministas, que no saben de su cartera. Las acusarán de problemas de trato, de figurar en exceso, de ambiciosas. Dirán que una visita ha sido apresurada, que con quien deja la guagua. Las críticas despiadadas vendrán desde su partido hasta el partido del frente, obviamente de los medios de comunicación y de los poderes económicos e intelectuales. De las mismas mujeres, también.
La violencia política contra las mujeres ha sido muy difícil de visibilizar. Ha costado siglos obtener el espacio para que ejerzan sus derechos políticos, y cuando lo hacen plenamente les llenan el camino de trampas y violencias imperceptibles a ojo machista. Obvio que este machismo esta disfrazado de no machismo: todos rasgarán vestiduras y dirán que no es así. Los sesgos operan como una enfermedad silenciosa. En otros países golpean a las mujeres que se dedican a la política, incluso las asesinan. Les inventan historias falsas para destruir su reputación. Las acosan laboral y sexualmente. Las apartan, las minimizan, les dan información falsa para que se equivoquen. Al cabo de un tiempo, se suma la familia que las ve sufrir y les preguntan una y otra vez si realmente vale la pena tanto sacrificio. ¿El objetivo? Corretearlas de la política, volverlas a su lugar. Que no levanten la voz.
En el informe (2018) de la Relatora Especial de Naciones Unidas sobre violencia contra la mujer, Dubravka Simonovic, se describen sus causas y consecuencias. Sus conclusiones son contundentes: “la violencia contra la mujer en la política constituye una grave violación de los derechos humanos de la mujer y un obstáculo para conseguir la igualdad de género, que repercute no solo en las victimas sino en la sociedad en su conjunto”.
Paula Walker
Profesora de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Santiago de Chile
Docente del curso digital Mujeres y política: democracia con igualdad de género de la Universidad Abierta de Recoleta.
Artículo publicado originalmente en el diario La Tercera: https://www.latercera.com/opinion/noticia/violencia-politica-y-mujeres/BZY4RT4MO5FP7NU2XTVUEVZHLM/