A continuación compartimos dos recomendaciones de películas chilenas que, desde diversas miradas, historias y dramas, comparten la preocupación y el reconocimiento por la educación como antídoto en tiempos de crisis, miseria y enfermedad. En tal sentido, son creaciones cinematográficas que no solo conmueven sino que problematizan el presente.
Las Analfabetas (Sepúlveda, 2013)
Esta historia por Pablo Paredes Muñoz y Moisés Sepúlveda trata sobre Ximena (Paulina García), una ama de casa en sus cincuenta años, que busca aprender a leer y escribir para así poder entender una carta que le dejó su padre hace años atrás. Para ello recibe la asistencia de Jackeline (Valentina Muhr), una joven profesora quien está apoyando a Ximena en sus tareas domésticas mientras intenta impartir estas competencias.
Según el reporte de la encuesta CASEN del año 2022, un 11.2% de nuestra población no habría terminado sus estudios básicos, lo que serían a lo mínimo dos millones de personas que no pudieron llegar a la enseñanza media. De ello surge la necesidad de impulsar iniciativas de pedagogías adultas (o andragogías) que penetren en un sector de la población cuyo derecho a la educación ha sido descuidado por el Estado.
Esta estadística se refleja en realidades como la de Ximena, una mujer que ha pasado la mayor parte de su vida en el analfabetismo, lo que le impone varias barreras y humillaciones en su día a día. El analfabetismo, sin embargo, no sólo se puede entender en tales términos dentro de esta historia, sino también como un motivo que manifiesta las falencias personales de nuestras protagonistas, que asimismo aborda los desafíos que toda andragogía transformadora debe abordar.
Ximena es una mujer orgullosa y obstinada, quien oculta su analfabetismo de los demás para evitar abrir flancos que puedan menoscabarla. Esto la posiciona en conflicto con Jackeline, quien se impone a sí misma el deber de “educar” a Ximena, desde una posición de altura y condescendencia. Estas dos mujeres tienen que aprender a dialogar y sincerarse la una con la otra para así poder crecer en comunión.
La realidad es que muchos adultos evitan re-introducirse al sistema educativo por vergüenza y temor a la humillación, lo que tiene sentido cuando la idiosincrasia detrás de nuestros procesos formativos es la de oposición absoluta entre “los ignorantes” y “los sabios”. Una pedagogía transformadora tiene que reconocer nuestra posición compartida como humanos, aceptando y abrazando estos espacios de limitación y vulnerabilidad.
Mis hermanos sueñan despiertos (Huaiquimilla, 2021)
La historia de esta película, escrita por Claudia Huaiquimilla y Pablo Greene, trata sobre dos hermanos que viven su adolescencia en uno de los centros del SENAME tras haber sido atrapados en un pormenor delictual. Allí ellos forman vínculos y amistades entre el resto de los niños, cada uno con sus propios sueños y anhelos, mientras resisten el día a día dentro de las opresivas paredes de esta institución.
La película toma lo que podría quedarse en otra noticia más entre un mar de tragedias sin rostro, las violaciones sistemáticas a los derechos de los menores bajo la tutela del SENAME, y la humaniza al presentar su relato desde los ojos y la sentimentalidad de estos niños. Ángel (Iván Cáceres), el hermano mayor, intenta definir el curso de su vida mientras vela por el bien de Franco (César Herrera), su hermanito. Éste, en cambio, sueña con reconectar con su madre, quien parece haberle olvidado.
En ese sentido, “Mis hermanos sueñan despiertos” es un relato de supervivencia, de la comunidad en oposición al sistema. De la resistencia en el diario vivir a través de las conexiones que formamos. Asimismo como de las violencias que oprimen a estos espíritus, la crueldad de las paredes que dejan a estos niños por olvidados. Pues si un bosque se incendia sin que alguien lo sepa, ¿acaso importa ese bosque?
Clave en este entendimiento, motivo por el que recomendamos esta película como parte de una reflexión sobre pedagogías transformadoras, es el rol de Ana, la profesora a cargo de la educación de estos niños. El personaje, interpretado también por Paulina García, es una mujer adulta quien sinceramente busca facilitar a los niños el espacio para que los sueños de su futuro florezcan. Ella y su sentido de empatía y responsabilidad hacia sus estudiantes sirve de contrapunto temático a la cruel frialdad del sistema en que trabaja.
La profesora, si bien un personaje secundario, sirve de recordatorio para las realidades de la docencia en los sectores más vulnerables de nuestro país. La profesora, que es de buen espíritu, pero tampoco es ingenua; que quiere ser la aliada de estos jóvenes, pero que es vista como otra autoridad indolente; que hace lo mejor que puede, pero que, dentro de los parámetros de nuestra institucionalidad pareciera asumir más derrotas día a día.
Es común escuchar que “es una lástima pero la pobla se comió al cabro”, que “hay que asumir los costos”, que “no los podemos salvar a todos”. Es común sentir apatía cuando estamos acostumbrados a la derrota. No puede haber transformación sin nuestros olvidados. Esa es la realidad que debe afrontar toda pedagogía transformadora.