Las elecciones en Venezuela se convirtieron en el campo de batalla entre las visiones del unipolarismo versus el multipolarismo. Las fuerzas contendientes en este nuevo escenario visualizan los álgidos puntos donde poder sacar ventajas en el acceso a los recursos naturales o en aspectos políticos, pero, principalmente, en el plano de la opinión pública, donde colisionan las agendas y los tratamientos informativos mediáticos. La “dictadura de Maduro” es asociada a los “regímenes autoritarios” de China y Rusia; mientras que la “democracia”, al Occidente y los Estados Unidos.
El desgaste sufrido por el chavismo después de 25 años de resistencia contra los intereses occidentales, llevó al país a soportar un asedio y un bloqueo permanente que ha dañado profundamente las capacidades productivas de la nación, pero, también, la capacidad de sacrificio del propio pueblo. Las sanciones van dirigidas contra la voluntad popular para hacer que se vuelva contra sus liderazgos.
Desde el punto de vista social/económico, las sanciones que ha soportado Venezuela son un crimen de lesa humanidad: el total de la población de los estratos pobres es identificado como el enemigo. En esta retórica, la población civil es la responsable por las acciones de los gobiernos o élites, acusadas de “dictaduras o antidemocráticas”.
Se puede recordar el bloqueo que afectó al Irak de Sadam Hussein, un embargo que perturbó el suministro de insumos médicos y alimentarios básicos para la población, que significó estadísticas brutales de mortalidad infantil por enfermedades de fácil y barato tratamiento.
La información que nos presentan los medios corporativos nacionales es la de una Venezuela pauperizada por un gobierno “revolucionario corrupto” tras 25 años de chavismo. La lógica es la misma que se encuentra en las opiniones de la ultra derecha, ya sea de Javier Milei, José Antonio Kast o sus seguidores, con masivos mensajes en los blogs de los principales medios: “la izquierda empobrecedora”.
Los medios corporativos no informan de los daños producidos a la economía del país producto de las sanciones, que prácticamente barrió con la industria petrolera en uno de los países con mayores reservas del mundo y que cobran mayor relevancia en el enfrentamiento por la multipolaridad.
La reestructuración geopolítica que se exacerbó con la Operación Especial de la Federación de Rusia en Ucrania, se desarrolla en todas las latitudes del mundo. En ese sentido, hay un enfrentamiento militar como en el caso de Ucrania o Palestina; en otras, implícito como en las elecciones en los Estados Unidos, Venezuela, Reino Unido o Francia; o, soterrado, como en los corazones y las mentes de la opinión pública mundial.
Como en la Guerra Fría, su predecesora, el conflicto por la multipolaridad es un enfrentamiento ideológico, por ende, el campo de batalla principal se da a nivel mediático (medios de alcance local) y geomediático (medios con influencia mundial). Esa es una lección que aprendió hace algún tiempo el gobierno de Rusia, que desarrolló y potenció canales de expresión con alcances globales como Rusia Today o Sputnik News, que operan en diferentes idiomas y en los principales países.
La importancia geopolítica de Venezuela queda de manifiesto cuando en el seno de la propia Comunidad Económica Europea, un gobierno pro multipolaridad como Hungría, adopta actitudes que rompen el dinamismo comunitario occidental al vetar una resolución conjunta, o el apoyo irrestricto de Rusia y China a su aliado territorial Nicolás Maduro.
La lucha ideológica de la multipolaridad tiene varios aspectos destacados que la hace diferente a enfrentamientos anteriores: primero, rompe el cerco ideológico/político (fin de la historia) de Occidente al ser una idea introducida por Vladimir Putin y Rusia una vez recuperada la economía tras el “empobrecimiento” generalizado de los años neo liberales en que el país se dirigía hacia el Estado Fallido, mientras los suicidios y el alcoholismo se transformaron en pandemia (similar a la actual crisis del fentanilo en Estados Unidos). Es decir, hay un cambio de sentido comunicacional estratégico desde las políticas imperialistas llevadas adelante desde las metrópolis occidentales versus el desafío de quienes aseveran el representar el sur global: Rusia y China.
Segundo, el enfrentamiento por la multipolaridad se da en todo el mundo a través de los medios de comunicación, quienes buscan crear las condiciones de opinión necesarias para ganar elecciones o hacer que las poblaciones locales se inclinen a hacer sacrificios con conceptos que se presenta como “justos” y horizontales en vez de la verticalidad del imperialismo.
Tercero, la creación de los países BRICS y su apertura desde el acrónimo de los cinco países originales a otros con carácter estratégico por su ubicación geográfica, población o recursos naturales. El tema de los BRICS ampliados y los planes que para éste se han diseñado, lo convierten en un centro candente de conflicto, ya que países históricamente sometidos a Occidente ven en esta asociación la posibilidad de encontrar la ansiada soberanía. En Latino América, Bolivia (hace poco golpeada por un intento de golpe de Estado), y Venezuela, en el epicentro del conflicto tras la impugnación de las elecciones.
Cuarto, el desarrollo de China como la gran factoría mundial que pasó desde una producción de calidad mediocre al desarrollo de tecnología de punta en objetos de consumo masivo como automóviles o teléfonos celulares, amenaza la supremacía económica de los Estados Unidos.
En nuestro país, cualquier persona que consuma medios nacionales sentirá que las informaciones intentan cambiar la percepción que se tenga sobre la crisis venezolana. Los medios corporativos toman partido político en sus tratamientos, pero preferentemente, en otorgar primacía al tema de Venezuela por sobre otros como la captura de los homicidas de los tres carabineros en Cañete (CHV noticiario central), por ejemplo.
La banderización de los medios con alguna de las posturas ideológicas en conflicto no puede ser atribuible solamente al compromiso con la democracia, sino que, también, a la lógica expuesta del enfrentamiento geopolítico y el adoctrinamiento de la opinión en los postulados pro occidentales.
Por otra parte, no es menospreciable la votación de la diáspora venezolana en las elecciones chilenas que con un número estimado de 800.000 personas representan el 4% de la población con más de 100.000 habilitados para sufragar: “la incidencia, si bien a nivel nacional, podría ser muy limitada, a nivel municipal puede ser un actor francamente decisivo (…) hay comunas que concentran cerca de un tercio de población migrante en su padrón electoral. En Santiago y en Independencia es efectivamente cerca del treinta por ciento del padrón electoral corresponde a población migrante o extranjeros habilitados para votar” (analista Mauricio Morales en The Clinic 28/07).
Los medios corporativos usan la crisis venezolana para dividir al gobierno por el apoyo del Partido Comunista al chavismo, haciendo hincapié en la relación de la izquierda chilena con la venezolana: “Oficialismo postula como candidato único a gobernador del Biobío al político más cercano a Maduro en Chile (…) Exsenador Navarro ha expresado un apoyo irrestricto al régimen” (portada de El Mercurio 01/08).
La prensa utiliza la visión del Partido Comunista venezolano que se encuentra en oposición a Maduro, para identificar al PC chileno como “antidemocrático”, insistiendo en que “apoya a dictaduras”.
El compromiso del Gabriel Boric con la democracia, que lo lleva a condenar la falta de transparencia en las elecciones, tiene un trasfondo geopolítico (mantener a Chile en la órbita occidental), y otra de conveniencia política (los votantes venezolanos).
La agudización de la crisis post elecciones implica un contexto de mayor presión migratoria para Chile y otras naciones sudamericanas, resultando en un escenario peligroso para el oficialismo y un refuerzo para los postulados de los grupos de la derecha tradicional y la extrema derecha quienes identifican a la migración -que ellos mismos promovieron- como la mayor preocupación ciudadana.
Por otra parte, a pesar de la experiencia de la Revolución Chavista en 25 años de enfrentamientos con episodios de intentos de golpes de Estado o el uso político insurreccional de los medios de comunicación, han sorteado con dificultad los escollos puestos por la oposición (hackeo al Consejo Nacional Electoral CNE y violencia callejera). No era difícil para el chavismo poder identificar que las elecciones se convertirían en el centro de la batalla geopolítico y geomediático, causando una ofensiva política y mediática Occidental.
La demora en entregar las actas electorales creó un vacío de poder aprovechado por la oposición y su poder mediático internacional para pasar a la ofensiva. Al igual que en las revoluciones de colores, el derribo de monumentos a Hugo Chávez exhibidos en los noticiarios de televisión, dan la impresión de una caída inevitable. Sin embargo, solamente una intervención extranjera o una traición de las fuerzas armadas, podrían poner en peligro a la Revolución Chavista.
Centro de Estudios de Medios
Universidad Abierta de Recoleta